Los colores no tienen sexo, no tienen prejuicios, no se sienten incómodos al vestir a personas de diferente género. Los humanos deberíamos de dejar de poner etiquetas al azul y al rosa, a los hombres y a las mujeres. Ampararse en razones de género para discriminar a la mitad de la población, para dividir y confrontar a la humanidad en dos mitades, para separar roles e ignorar sensibilidades, talentos y capacidades, no nos lleva más que a perpetuar la estupidez. En el FESCIGU apostamos por muchos colores, y todos son para todos.