Resulta difícil resumir el currículum de Alejandro Pardo, dada su vasta carrera, vinculada siempre con la investigación cinematográfica. Doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra y Premio extraordinario de Doctorado de la Facultad de Comunicación, ha sido Director del Departamento de Cultura y Comunicación Audiovisual y actualmente es Coordinador del Grado de Comunicación Audiovisual. Es autor de varios libros sobre cinematografía y estudioso del productor David Puttnam.
Entrevista por Montse de la Cal
[...] es bastante habitual, en Europa, que los directores de cine se conviertan en líderes de opinión [...]
¿Qué alcance puede llegar a tener el cine en la formación de ideas y emociones de sus destinatarios?
Uno de los fenómenos más llamativos de la historia del cine consiste en cómo psicólogos, sociólogos e incluso políticos llamaron la atención sobre el alcance y el poder de este nuevo arte. En concreto en torno a los años 1915-1920 ya se encendió la voz de alarma sobre su repercusión e impacto emocional frente a otras artes y espectáculos. Su poder magnético atraía a las masas y a partir de ahí se intentó establecer una relación de causa-efecto entre determinados comportamientos sociales –muchas veces asociados a jóvenes y a violencia– y el tipo de películas que en ese momento se proyectaban. El cine venía a actuar como un poderoso agente de socialización primaria, paralelo a la familia, la escuela o la educación religiosa. Desde entonces hasta hoy, este fenómeno ha seguido levantando interés y ha hecho que estudiosos de distintas disciplinas se hayan fijado especialmente en el cine para intentar averiguar por qué esto es así.
¿Los cineastas reconocen el poder del séptimo arte?
Pienso que sí, aunque no siempre hagan un cine pensando necesariamente en el tipo de influencia que puedan ejercer. A veces se ha creado una disfunción entre el hecho de entretener y de transmitir un mensaje. Casi todas las grandes películas consiguen aunar ambos fines, entretienen y a la vez transmiten valores o ideas, es decir, hacen pensar.
¿Y en Europa?
Aquí sí, desde luego. De hecho es bastante habitual, en Europa, que los directores de cine se conviertan, hasta cierto punto, en líderes de opinión, al menos a la hora de tratar algunos temas. Creo que el espectador medio, cuando va a ver una película, aparte de buscar entretenimiento, acude a la gran pantalla para confirmar sus opiniones y profundizar en modos de pensamiento. Quizás incluso asocia determinados directores de cine a unas líneas de opinión.
¿Se ha podido medir la influencia del cine en la sociedad?
Hay estadísticas muy reveladoras, asociadas por ejemplo al modo de vestir. En la película 'Sucedió una noche', de Frank Capra, Clark Gable interpretaba a un hombre que pasa una noche con una mujer en un viaje. En una escena se quita la camisa y no lleva camiseta interior. Ese año descendió la venta de camisetas en EEUU. Supongo que esa industria no se recuperó por lo menos hasta los años 80, con Bruce Willis en 'La jungla de cristal'... Del mismo modo la rebeca comenzó a comercializarse y a llamarse así en España a partir de la película 'Rebecca' de Hitchcock, donde la protagonista femenina la vestía. También está comprobado que el número de solicitudes para la fuerza aérea estadounidense subió gracias a la película 'Top Gun'. Es decir, la influencia del cine si se puede medir tanto en aspectos formales, como el modo de vestir o hablar, como en asuntos más profundos, creando líneas de opinión o posturas ante un determinado tema.
[...] en la película 'Sucedió una noche', Clark Gable se quita la camisa y no lleva camiseta interior. Ese año descendió la venta de camisetas en EEUU [...]
Usted es un estudioso de David Puttnam y le trajo en 2012 a la Universidad de Navarra. David Puttnam fue productor de 'Carros de fuego', 'Los gritos del silencio', 'La Misión', 'Expreso de Medianoche', etc. Cuenta con 10 Oscar, 25 premios BAFTA (los Goya británicos) y la Palma de Oro en Cannes. ¿Por qué esta devoción por Puttnam?
Más que devoción yo diría respeto y admiración. En mi caso, la aproximación a David Puttnam se debió a que yo estaba interesado en estudiar la figura del productor. No es sencillo encontrar en el panorama cinematográfico reciente, productores que tengan suficiente personalidad y talento creativo, como para diferenciarse de los que son los líderes naturales en un equipo de rodaje, el director, el guionista, etc. Se pueden contar con los dedos de ambas manos. A ello tendría que añadir que este productor, consciente del poder del cine, fue de los primeros que puso énfasis en la responsabilidad social que debían de tener los cineastas y todos aquellos que trabajaran en el séptimo arte.
Como dijera Puttnam 'las películas norteamericanas dominan actualmente las pantallas de cine en el mundo entero'. Entonces, ¿el mundo actual piensa y siente como Hollywood”?
En su mayor parte sí. Se habla de la hollywoodización de la sociedad. Las películas americanas, gracias a sus historias tremendamente atractivas para públicos de cualquier lugar del planeta y a la enorme maquinaria de marketing que poseen los grandes estudios de Hollywood, han posibilitado que personas del mundo entero, de culturas muy diferentes, en lugares muy alejados entre sí, hayan reaccionado de manera muy parecida. Esto ha llegado a crear una especie de gusto por las películas americanas y también de homologación en modos de pensar y opinar. Y desde luego, los estudios de Hollywood han tenido muy en cuenta este poder para transmitir el modo de vida americano (el American way of life). Se ha estudiado y escrito mucho sobre este tema. Buscando transmitir la cultura americana en sus valores más fundamentales –una cultura liberal, democrática, que da una visión positiva del individualismo– el gobierno americano sabía (y este es uno de los ejemplos de alianza entre Hollywood y Washington), que si lograba que cada una de esas películas llegara a todos los rincones del planeta, estaba asegurando un mercado para otros productos americanos, como prendas de vestir, formas de comer, música de moda, etc. Y efectivamente ha sido así: el cine ha abierto frente como buque insignia, pero detrás ha viajado toda la cultura norteamericana.
Por lo tanto, ¿el cine es un medio para expandir un imperio?
Desde luego, es un tema polémico y conflictivo. Se habla mucho de colonización cultural. En el caso de EEUU, resulta mucho más evidente y palpable. Sin embargo, no creo que haya habido una especie de estrategia o confabulación, sino que ha sido algo hasta cierto punto natural. Y en una escala mucho más pequeña, ha pasado en el caso de otros países: Inglaterra ha tenido colonias, al igual que España, Francia, Portugal... Pero ninguno de ellos ha sabido aprovechar una herramienta tan potente como es el cine.
¿En qué consiste el éxito de Hollywood? ¿En sus grandiosas producciones, el marketing, los guiones?
Indudablemente es una mezcla de todos esos factores. Para empezar el arte narrativo, que ya diferenció en épocas muy tempranas el gusto por el cine americano del resto de cinematografías. Aquí habría que preguntarse por qué. Quizá porque nuestras historias europeas son más complicadas, no nos gustan siempre los finales felices, tendemos a plantear conflictos que la gente no quiere ver en la gran pantalla... Está claro es que en el storytelling, en el arte de la narración, EEUU ha encontrado una fórmula universal. A esto hay que añadir el enorme esfuerzo de marketing, ya que los estudios de Hollywood son una maquinaria potentísima a la hora de vender las películas. Los americanos hacen uso de ese dominio que tienen en el mercado internacional para jugar a su favor. Cuando un distribuidor quiere hacerse con los derechos de una película de éxito, en ocasiones tiene que adquirir otros títulos que no son tan buenos, o tan interesantes para su mercado. De alguna manera están obligados a hacerlo, porque de lo contrario pueden perder el contrato o la buena relación que tienen con ese estudio. A este respecto me gustaría contar una anécdota de Jack Valenti, antiguo presidente de la Motion Picture Association of America (MPAA), el lobby que agrupa la industria del cine estadounidense de cara a los mercados internacionales. En el año 93, en torno a las conversaciones del GATT, hubo mucho diálogo y debate entre los americanos, representados por Valenti y sus homólogos europeos. Y fue famosa una frase suya que decía: 'ustedes los europeos hacen películas buenas, regulares y malas. Nosotros los americanos hacemos películas buenas, regulares y malas. La única diferencia es que nosotros las vendemos todas'. Hay que decir que ese 'venderlas todas' incluye, como hemos visto, estrategias de venta abusivas.
[...] A Hollywood le preocupa solo el hecho de ganar dinero, no tanto el de ofrecer productos que tengan un cierto impacto social, es decir, películas que provoquen un debate [...]
Las películas actuales son marcas comerciales, que si obtienen éxito, se convierten en locomotoras que arrastran a otros sectores de la economía, la moda, las cadenas de comida rápida, los libros, los videojuegos…
Absolutamente sí. Esto empezó a tomar fuerza después de la postguerra. El Plan Marshall favoreció que el cine americano tuviera una entrada más fácil en las pantallas europeas. Y enseguida se dieron cuenta de cómo esa transmisión del modo de vida americano tenía su impacto en el comercio, porque empezaban a aumentar las exportaciones en Europa de todo, tostadoras, pantalones vaqueros, música, etc. Hoy todo eso ha crecido de una manera exponencial, favorecido por la globalización del mercado. Por eso EEUU y los estudios de Hollywood, están especialmente interesados en crear franquicias asociadas a los grandes grupos de comunicación, y cubren así una vastísima red de ocio y medios de comunicación, desde los formatos impresos a los musicales. Cada vez es más patente que cuando se busca un nuevo proyecto, una nueva película, se busca aquel tipo de historia que pueda facilitar toda la cadena de explotación de productos derivados.
¿Esta tendencia también está de moda en el mercado europeo y español?
Ocurre, pero lógicamente a una escala inferior. No somos capaces de general franquicias con esa potencia. Nosotros tenemos algunas, por ejemplo, se va a estrenar 'Torrente 5'. Hay otras, como 'Tadeo Jones', aunque todavía no se puede hablar propiamente de franquicia porque la segunda parte está en camino; con todo será una de las franquicias interesantes que vamos a tener aquí. Y en Europa algo se ha hecho, se han adaptado comics como Astérix… Habrá que ver es hasta qué punto esas historias son idóneas para comercializar una red tan vasta de productos como en el caso americano.
Las películas con las que crecimos de Orson Welles, Elia Kazan, Fred Zinnemann, desprendían sensibilidad europea. Contenían una fuerte crítica a la sociedad americana, a la vez que mostraban valores para la esperanza, trabajando por una sociedad más justa. ¿El cine americano ha cambiado?
Habría que ponerse en la tesitura de aquellos años. Sí es cierto que aquí ha habido un factor que quizá nos ha llevado al extremo que ahora estamos hablando, y es la globalización y la digitalización. Ambos fenómenos han hecho que el mercado sea más único desde el punto de vista internacional, y han aumentado las posibilidades de beneficio. A Hollywood le preocupa solo el hecho de ganar dinero, no tanto el de ofrecer productos que tengan un cierto impacto social, es decir, películas que provoquen un debate.
[...] los españoles somos demasiado autocríticos con nuestro cine. A mí me gusta fijarme en el relevo generacional que está habiendo en el panorama nacional [...]
¿Cómo ves el cine español?
Los españoles somos a veces demasiado autocríticos con nuestro cine. A mí me gusta fijarme en el relevo generacional que está habiendo en el panorama nacional. Se está demostrando que el cine español vuelve a recuperar al público español. Esto pasaba en televisión con las series pero no en el cine. Tenemos directores como Daniel Monzón, Alberto Rodríguez, Borja Cobeaga, Juan Antonio Bayona, etc., que realmente están demostrando que hay una sintonía real con el público. Y eso es un factor muy positivo. El otro es que la factura del cine español cada vez es mejor. Y esto también se admite internacionalmente, y nos da prestigio.
¿El cine español intenta imitar al cine americano o tiene entidad propia?
Hay de todo. No podemos evitar imitar al cine americano e intentar jugar en esa liga. Por ejemplo, la película de Juan Antonio Bayona 'Lo imposible', demuestra que no solo el director, sino incluso el equipo que está detrás, los técnicos, somos capaces de hacer películas que se podrían haber hecho en EEUU. Aquí hay un debate sobre si el cine que tenemos que rodar es ése o debemos centrarnos en un cine estrictamente nacional, en español, etc. Creo que tiene que haber de todo. En cualquier cinematografía es buena la variedad. Que hagamos películas de factura internacional, incluso rodadas en inglés, con una producción que imite a las películas de alta producción y que también exista un cine más nuestro, que funciona muy bien e incluso transciende las fronteras.
¿Qué películas recuerdas que han influenciado más en tu vida?
Hay unas cuantas. Las películas emblemáticas de David Puttnam tuvieron una gran influencia, 'Carros de fuego', 'La misión', 'Los gritos del silencio'. También recuerdo de pequeño, con mi padre, que es muy cinéfilo y a quien le debo todo esto, que crecí viendo películas clásicas, la mayoría de ellas americanas, aunque también europeas. Todo John Ford, alguna de Stanley Kramer, Frank Capra, François Truffaut… Y lo que me ha llamado muchas veces la atención es la capacidad que tiene el cine, frente a otras artes, de facilitar que el espectador viva la vida de los otros, se meta en la piel de los personajes, cruce la pantalla y experimente en carne propia las aventuras y conflictos de los personajes. Y que todo esto le lleve, cuando termina la película, a plantearse qué hubiera hecho él en esa situación. Aquí es donde se ve cómo el cine permea en las aptitudes, los comportamientos, y deja un poso. Como decía Steven Spielberg, 'el cine es un medio tremendamente emocional'. Y así es, primero golpea las emociones, las entrañas, y solo después sube hacia arriba, como un efluvio, haciendo que se active la inteligencia, la reflexión.