Entrevista a José Manuel Naredo
José Manuel Naredo, economista y estadístico, es uno de los padres de la economía ecológica en España. Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente, Premio Internacional Geocrítica 2008, Premio Panda de Oro 2011 por WWF. Desde los años 70 ha escrito más de una veintena de libros, destacando "Raíces económicas del deterioro ecológico y social”” y "La economía en evolución", reeditados en 2015. Acaba de publicar "La crítica agotada. Claves para un cambio de civilización".
Entrevista por Montse de la Cal ::
Imágenes: Gustavo García ::
Si se siguen planificando cumbres de la tierra y "agendas" cada cierto tiempo es porque las anteriores han fallado. Y los mismos que no las han cumplido vuelven a organizarlas. ¿En qué momento el poder se dio cuenta de que lo “verde” podía vender y ser un canalizador de las grandes protestas sociales?
[...] las tierras raras son raras, y muchas de ellas están súper difusas en el territorio, lo que implica manejar un tonelaje tremendo de tierras para poder extraer pequeñas cantidades [...]
Bueno, esto ocurrió a raíz de la cumbre de Estocolmo, justo a principios de los 70. Porque, hasta ahí, había políticos que parecía que se lo creían y de verdad trataban de reconducir el comportamiento de la civilización industrial. Pero luego todo esto se fue diluyendo, porque los intereses dominantes vieron que era mucho más fácil invertir en imagen verde que en reconvertir a la sociedad hacia horizontes ecológicos más saludables. Entonces se crearon Entidades, Ministerios y Agencias de Medio Ambiente sin apenas competencias, ya que siguieron funcionando los mismos departamentos de agricultura, industria, obras públicas, economía, etc. Y el número de cumbres ha ido aumentando y además parcelándose. Buena parte de ellas son de cambio climático solo, con lo que aseguran su inoperancia. Si no se plantean globalmente los problemas y no se reconducen todas las administraciones, sino que se crean otras nuevas sin competencias, no se va a resolver nada.
Llevas más de 50 años trabajando por la ecología, ¿por qué llegas a admitir que la sostenibilidad, el medio ambiente y el cambio climático son invenciones y que lo único que hacen es marear la perdiz y generar frustración?
Porque son consecuencia de las políticas de imagen verde que inducen a sacar una serie de términos ambiguos, como por ejemplo lo del desarrollo sostenible. En los años 70 estaba el gran conflicto entre los conservacionistas y los desarrollistas. Fue ahí cuando el primer informe del Club de Roma echó por tierra el objetivo del crecimiento económico porque se veía que no tenía sentido a largo plazo, dado el extractivismo de la civilización industrial. Estaba claro que el ritmo de extracción de los recursos del planeta y la generación de residuos hacían inviable ese modelo económico. Pero el informe Brundtland en el 87 creó un término comodín, fetiche, que fue el objetivo del Desarrollo Sostenible: juntando los dos opuestos tendió un puente virtual entre conservacionistas y desarrollistas para contentar a todo el mundo. Se hacía un giño a los ecologistas diciendo que lo sostenible tenía que ver con lo ecológico, a la vez que se mantenía la meta del desarrollo contentando a los economistas, que pensaban “bueno, claro, por supuesto, que se sostenga el desarrollo”. Eso tenía la ventaja de que si lo enarbolaba un político, podía atraer a la vez los votos de los conservacionistas y los desarrollistas. Pero la ambigüedad del término explica su ineficacia. Desde 1987 se viene contentando a la gente con esas jaculatorias en el terreno de las palabras, pero no en el de los hechos.
[...] calificar la energía nuclear de "verde" y sostenible raya en el absurdo [...]
El carbón y el hierro fueron el motor en la revolución industrial. Luego vino el petróleo y el gas. Y ahora son las tierras raras y los minerales críticos que están en nuestros móviles, coches eléctricos, patinetes, turbinas eólicas, tratamientos oncológicos, fertilizantes, etc. ¿Qué te parece la sustitución de unos por otros y la vuelta a la minería? ¿Son energías más limpias?
No, claro, las tierras raras son raras, y muchas de ellas están súper difusas en el territorio, lo que implica manejar un tonelaje tremendo de tierras para poder extraer pequeñas cantidades. Y luego los problemas que acarrea la minería a cielo abierto, que utiliza maquinaria de gran porte e inyecta cantidad de energía, causando un gran impacto territorial. Y a medida que se agotan los yacimientos aumentan exponencialmente las exigencias de inyectar más energía y generar más residuos. Este proceso de deterioro exponencial aumenta de un modo trepidante la entropía planetaria, como se analiza en el libro de Antonio y Alicia Valero titulado Thanatia. Y luego, otro problema muy serio a tener en cuenta es que los microelementos que figuran entre los componentes de las “nuevas tecnologías” y en las actuales "renovables" no se suelen reciclar. Se reciclan las chatarras obteniendo acero de peor calidad, pero sacar los microelementos es muy difícil. Sobre todo cuando no se diseñan pensando en el reciclaje. La realidad es que la especie humana tiene tanto protagonismo en el planeta que ha llevado a considerar, a muchos científicos, que estamos en una nueva era geológica llamada Antropoceno, ya que la humanidad mueve hoy más tonelaje que cualquier fuerza geológica y tiene un peso impresionante en la biosfera, junto con los animales a su servicio, mientras que buena parte del resto van camino de la extinción.
[...] vieron que era mucho más fácil invertir en imagen verde que en reconvertir a la sociedad hacia horizontes ecológicos [...]
Todos queremos apostar por las renovables pero los parques solares y aerogeneradores ocupan miles de hectáreas, impiden el tránsito de animales, crean efecto isla-calor, matan miles de aves, no distribuyen la riqueza, están fabricados con materiales tóxicos y su vida útil es muy corta. ¿Son la solución?
Si hay un hábitat poco denso y cada casa tiene su molino o su convertidor de energía solar, estaríamos ante un sistema disperso de generadores-usuarios, adaptado, pequeño; pero si hay una gran empresa de energía que quiere llenar de placas solares o enormes molinos un territorio, aparece un nuevo colonialismo energético. Estaríamos ante un modelo con territorios que quedan sometidos a esas servidumbres para nutrir a grandes aglomeraciones, como Madrid, etc. Para revisar y reconducir lo que está pasando habría que hacer el balance general de lo que exigen los modelos de transición energética que se proponen. Y claro, si no se tiene en cuenta toda la energía que gasta el nuevo extractivismo para sacar todos los elementos que reclaman las llamadas "nuevas tecnologías" y "las renovables" ahí se cierra los ojos al problema, ignorando que puede ser peor el remedio que la enfermedad. Creo que habría que hacer bien los cálculos para ver cómo interesa enfocar esa transición. Sin embargo, lamentablemente, no se hacen. Se pretende reducir la dependencia directa del petróleo sin tener presente que va a aumentar la dependencia de toda otra serie de elementos.
Entonces ¿cómo afrontar una transición energética que sea realmente ecológica?
Para afrontar esa transición hay que recordar el comportamiento de la biosfera que permitió enriquecer la vida en la Tierra. Ese funcionamiento se caracteriza por cerrar ciclos de materiales movidos por el motor solar. Pero para eso hace falta la diversidad, porque ningún organismo puede nutrirse de sus propios detritus y es la simbiosis lo que caracteriza el comportamiento de la biosfera en el que no hay recursos ni residuos ya que los materiales son objeto de una utilización sucesiva. Otra característica es que todos estos sistemas se apoyan en la fotosíntesis, que trabaja con materiales abundantes y con plantas y organismos que se reproducen a sí mismos. Sin embargo, el sistema económico actual ha promovido la eficiencia, perdiendo de vista la suficiencia. Se ha ido pasando de usar materiales abundantes y bien distribuidos por la corteza terrestre (que es incluso como empezó la civilización industrial, con el agua, el carbón, el hierro) a usar sustancias más escasas y peor distribuidas como son el petróleo, el gas natural…, y hoy en día se están extrayendo todos los materiales de la tabla periódica.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) contienen contradicciones tan obvias como que el nº 16 compromete a los estados a "promover sociedades pacíficas", pero al mismo tiempo los países que los han suscrito venden armas y aumentan su PIB en defensa. ¿Es mejor tener una Agenda 2030 que nada, o volvemos a marear la perdiz?
Los ODS son lo que en mi libro "Taxonomía del lucro" (2019) presento como una "Carta a los Reyes Magos de parte de Naciones Unidas", mostrando en una página los logotipos de los objetivos que son unos dibujitos que parecen más bien de niños, proponiendo ahí que se resuelva todo sin saber cómo: hambre cero, pobreza cero, igualdad de género, salud y bienestar, etc., como si se pudiera prometer así sin más energías baratas y no contaminantes, a la vez que se corre un tupido velo sobre las causas que generan todos los conflictos ecológicos y sociales en los que estamos inmersos. Califico de esquizofrénica esta postura consistente en enarbolar los objetivos y soslayar, e incluso dar por buenas, las instituciones y los comportamientos que atentan a diario contra ellos. Por ejemplo, entre los objetivos figura el crecimiento económico, presuponiendo que no tiene que ver con el deterioro ecológico y dando por buena la noción usual de sistema económico con el crecimiento del PIB a la cabeza. Además, hay contradicciones entre los propios ODS como el que tú apuntabas del número 16, consistente en “promover la paz” cuando en este momento se está promoviendo el aumento de los presupuestos militares y la fabricación de armas.
[...] Si no se plantean globalmente los problemas y no se reconducen todas las administraciones, sino que se crean otras nuevas sin competencias, no se va a resolver nada [...]
Sigamos con la UE porque nos tiene desconcertados. Por un lado abandera la Agenda 2030, pero por otro trae gas licuado mediante fracking desde EEUU, cataloga la energía nuclear y el gas como inversiones verdes, reactiva el carbón, cierra acuerdos con Qatar y Arabia Saudí, quiere desregular los transgénicos, hace envíos de armas, aviones y tropas... ¿Es prioritario para Bruselas frenar el cambio climático?
No parece prioritario y además algunos de estos instrumentos de propaganda de imagen verde pueden ser nocivos para reconducir la sociedad hacia unas metas ecológica y socialmente más saludables. El tema de aumentar los presupuestos de armas o calificar la energía nuclear de "verde" y sostenible raya en el absurdo, porque si hay algo antiecológico son las armas, y las que se dice de destrucción masiva más todavía, así como las guerras. Precisamente, la primera medida ecológica sería justo la contraria: prohibir todo este desarrollo armamentístico y recortar los presupuestos militares para destinarlos a cosas social y ecológicamente más sanas. Esta contradicción no es nueva, pues ya afloró en su día cuando se potenció el movimiento ecologista como "guerra en favor del medio ambiente" para eclipsar y desinflar las potentes movilizaciones antibelicistas que se producían contra la guerra de Vietnam.
El Plan de Bruselas para deshacerse del gas ruso nos costará 300.000 millones de euros, y cambiar todo el parque automovilístico por coches eléctricos también supondrá mucho dinero. ¿En estos planes tan drásticos de tirar todo a la basura y volver a fabricar a mansalva, la resultante es verdaderamente ecológica?
Respecto al conflicto de Ucrania, el problema es que la Unión Europea en vez de optar por la neutralidad se ha declarado parte, y no parece que sus intereses se hayan beneficiado mucho con esta opción. El gas ruso venía a Europa, sobre todo a Alemania. Y aquí, en España, que nos llega de Argelia, nos peleamos con ella. Parece todo un despropósito porque el resultado es que ahora el gas está viniendo de fracking de USA. Si hay algo antieconómico y antiecológico es eso. Así que se están tomando una serie de decisiones absurdas desde el punto de vista económico y ecológico con tal de mantener un servilismo total con los intereses de USA. En cuanto a tirar todo el parque automovilístico para hacerlo nuevo muy ecológico tampoco es. Una vez más, lo que dije anteriormente, habrá que hacer las cuentas de toda la energía, petróleo, todas las cosas que requiere un coche nuevo frente a tirar el viejo, que es a lo que nos están empujando. Hacer el balance completo para saber de qué estamos hablando, conocer qué es lo que se soslaya con tal de dar negocio, porque no olvidemos que éste es un nicho de negocio para que determinadas corporaciones empresariales sigan ahí.
¿Nos puedes dar las claves de tu último libro "Claves para un cambio de civilización"?
El libro se centra, en primer lugar, en el momento sociopolítico actual. A principio de los años 70 parecía que la cosa podía cambiar hacia un modelo más ecológico y una sociedad más cohesionada, pero todo eso se ha ido diluyendo. La segunda y la tercera parte del libro repasan los no conceptos que lastran y agotan el discurso de los movimientos políticos y ecológicos críticos. «Producción», «medio ambiente», «desarrollo sostenible», «lucha contra el cambio climático», «neoliberalismo», «poscapitalismo» o «fundamentalismo de mercado» son solo ejemplos de términos fetiche a la moda con los que la crítica se lastra, desviando la atención de los auténticos problemas y responsables de la situación actual. Por último, la cuarta parte del libro analiza la encrucijada ideológica actual y las perspectivas de cambio. Y precisa el núcleo duro de esta ideología y estas instituciones sobre las que habría que centrar las críticas para que surja el que defino como el paradigma ecointegrador emergente.
[...] algunos instrumentos de propaganda de imagen verde pueden ser nocivos para reconducir la sociedad hacia unas metas ecológica y socialmente más saludables [...]